Nos contaba Irene Vallejo en el libro El infinito en un junco la evolución de las formas de leer a través de la historia, desde cuando "se oía" al ritmo de un metromo, a cuando [San] Agustín presenció en el siglo IV aquel extraño suceso cuando el obispo Ambrosio de Milán leía en silencio como si hubiera escapado a otro mundo y viajara libre, sin moverse y quedó tan impactado que tuvo que anotarlo en sus Confesiones.
Eso se asemeja a cuando nosotros mismos aprendimos a leer y pasamos de ser niñas o niños que iban leyendo rótulos por la calle o cualquier cosa que llegara a nuestras manos y esperábamos que alguien nos oyera para que quedara constancia de que ¡ya sabíamos leer!, hasta llegar a ser, como el obispo Ambrosio, lectores en solitario, silenciosos, que aprendimos el gusto de escapar hacia esos mundos a los que nos invitaban los libros, hasta que la forma de leer, en pleno siglo XX tuvo una nueva evolución y se invitó al mundo lector a sumarse y pasar así de ser lectores en solitario a recorrer páginas e historias junto a otros, naciendo así los clubes y círculos de lectura.
¡Qué fortuna para nosotros poder ser parte de ese conglomerado mundial que puede leer tal como lo hacemos en nuestro tan querido Club de la Buena Estrella!.
Sin embargo, se dice fácil, pero se requiere mucho esfuerzo, mística, cariño y compromiso para llegar a decir que de un club de lectura, se han cumplido las primeras 1,000 reuniones al hilo. Días, semanas y años han pasado, muchas personas se comprometieron con libros, personajes, escritores y muchos brindis al empezar o terminar una nueva lectura también se dieron cita. Todo junto compone la historia de este club. Nuestra historia.
Reunión No. 1
Bar Las Puertas, San Salvador, El Salvador
28 de diciembre de 2006
¿Y si hacemos un club de lectura?
Café Miranda - Volcán de San Salvador
unos años después de la fundación del club, con el integrante que nos puso
"en línea"
En la reunión número 1,000 del club, Loida me hizo el favor de leer esta nota que envié debido a que no pude estar presente. La dejo por aquí como cierre del libro La casa y por supuesto, como mi nota de celebración de este hito del CBE: ¡Un mil reuniones cumplidas!
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Amigas y amigos, un gran gusto poder dirigirme a ustedes a través de Loida:
No me acompañan tiempos saludables por el momento, por ello no puedo acompañarlos a este importante cierre de libro, de mes y de año. Por si fuera poco, también celebramos que han sido 1,000 reuniones… ¡Mil!, es que mil, son tantas…
Agradezco por aquella primera reunión en las entrañas de un bar en la que 4 personas no lo sabían, pero estaban convocando al futuro. En mi imaginación a la que le encantan las historias fantásticas, aquel día todas las personas que hemos pasado por este club de lectura recibimos un llamado, mismo que cada cual fue descifrando y atendiendo a su hora, en su momento exacto y no antes, a lo largo de todos estos años. Me emociona pensar en todas las personas que igualmente recibieron ese llamado y aún no han llegado al club, con las que aún nos falta conocernos y compartir grandes historias que nos hagan “vivir” aventuras insospechadas, como aquellas que nos hicieron huir de más de algunas guerras, viajar en un tren de huérfanos, escapar de la esclavitud en un tren imaginario, atravesar caminos y mundos en busca de un ser querido, bajar a las profundidades del subsuelo del alma, conocer mundos lejanos como aquel camino de la Seda, meternos en el corazón de algún abuelo y tocar con nuestras manos el amor por sus nietos o como es el caso de la lectura que hoy nos convoca, en el duelo de unos hijos que intentan reencontrar los lazos que unen a su familia, tras la muerte de su padre.
Increíble pensar en lo que significan 1,000 reuniones, pensar que desde que Inés Suárez se embarcó hacia el Nuevo Mundo en busca de su esposo, hasta hoy, de la mano de este club solamente en este año caminamos junto a una Santa y a continuación de una mujer marcada por su pecado. Nos metimos en la cabeza de Ursula K., para conocer aquel mundo de Los desposeídos, nos embarcamos con Ulises en la inolvidable Odisea que lo llevaría de regreso a casa, conocimos la “nivola” de Unamuno, nos encaramamos en la cima de una colina tras la promesa de encontrar en ella una de las librerías más bonitas de la tierra y por si fuera poco, dejamos que el frío se nos metiera en los huesos al adentrarnos en las profundidades de los años de represión comunista en Rumanía; ya íbamos saliendo cuando se nos cruzó un halcón por delante, al que le seguimos la pista por todo un mes guiados por un tal Sam Spade. Luego caímos sembrados en esta tierra de contradicciones, volcanes y cielos azules, paseamos por sus calles y nos metimos de lleno en eso que llamamos “nuestras tradiciones”. Bien estábamos cuando llegó el momento de leer aquellos cuentos de terror de señor Lovecraft, para luego abrirle la puerta al premio Nobel que vino con todos los poderes a meterse en las reuniones (no con un solo libro, sino que con dos). Todo eso hasta llegar aquí, al mes en que la Novela Gráfica hace una breve aparición nuevamente -algo así como la actual gira de Joaquín Sabina que se llama “Hola y adiós”-, ya que para el otro año no leeremos el género, sin embargo, qué bonito y qué regalo ha sido poder leerla de nuevo y más, en la mejor compañía.
Al terminar de leer nuevamente doy gracias a este club por presentarme autores y géneros que de otra manera no habría conocido. Ha sido un placer descubrir las ilustraciones de Paco Roca y su sencillez de trazos. Me encantó que no hubiese “nada que explicar” porque es un libro que lo puede entender perfectamente una niña (o un niño). Duro ha sido meter la nariz en el seno del duelo de unos hijos, en el recuerdo de su padre y en las difíciles decisiones que se toman alrededor de la senilidad y la muerte de nuestros progenitores, cuando llegan.
Hace unos meses intuía difícil esta lectura, al llegar a ella realmente no lo ha sido tanto.
«Yo dibujé ese cómic en un momento muy especial: mi padre acababa de morir, mi hija acababa de nacer y esa casa familiar había que venderla. Hacer este cómic me ayudó a superar ese momento. Me alegra que vosotros lo lejos y ojalá os sirva de algún modo a hacer más llevadero el duelo. Abrazo grande» Paco Roca
Muy amable por parte de nuestro autor del mes que nos dedicó esas palabras. Al día de hoy no sé si al final la casa la vendieron o se la quedaron, quizá eso no sea lo más importante…
Ojalá que tal cual fue mi intención cuando propuse que lo leyésemos, el libro haya sido una buena compañía para ustedes en este tiempo de prisas navideñas. A mí me deja con la sensación de un gran cierre, con uno de esos libros que atesoraré en la memoria y el corazón, y con el recuerdo de haberlo podido compartir con ustedes.
Feliz navidad y muy feliz 2025 amigas y amigos. Si Dios quiere, seguimos leyendo juntos y compartiendo la vida, en enero.
Reunión N° 1,000
Pizza Nostra, San Salvador, El Salvador
Un mil reuniones | Comentario personal