¡Bienvenidos, amigos!
Este mes, nuestra viñeta es "Libros Prohibidos". Y seamos honestos, la mayoría de las veces, cuando escuchamos que un libro ha sido "prohibido", la realidad es bastante decepcionante.
Por lo general, significa que una junta escolar en un pueblo que nunca nadie ha escuchado decidió que El Guardián en el Centeno tiene demasiadas malas palabras, o que Matilda le va a enseñar a sus hijos a revelarse contra la autoridad adulta.

Por lo general, "libro prohibido" significa que algún director de escuela con escaso criterio decidió que Harry Potter enseña brujería real en lugar de latín mal pronunciado.
Con esta viñeta ustedes pensaban que íbamos a leer sobre el clásico ejemplo de un libro que escandalizó a bibliotecarias septuagenarias o que hizo que padres preocupados levantaran carteles frente a los colegios. Pero no. No, no, no.
Si vamos a hablar de libros prohibidos, lo vamos a hacer bien. Este mes leemos Los Versos Satánicos.
Los libros prohibidos a través de la historia
Primero, pongamos las cosas en perspectiva. La historia de la literatura está REPLETA de libros que alguien, en algún momento, decidió que eran demasiado peligrosos para que el público los leyera. El listado incluye joyas como:
- Las aventuras de Huckleberry Finn, prohibido por usar lenguaje ofensivo.
- Lolita de Nabokov porque hablar de temas turbios es peor que ignorarlos y dejar que sigan ocurriendo en silencio.
- Fahrenheit 451… a cierta gente ni le pareció irónico censurarlo.
- Darwin y su El origen de las especies: nada más revolucionario que una explicación razonable.
- 1984 de Orwell fue prohibido en la URSS por “anticomunista” y en EEUU por “comunista”. El gato de Schrödinger hecho libro.
Pero aquí está la cosa: la mayoría de los libros prohibidos eventualmente se vuelven… pues, no prohibidos. El tiempo pasa, las sociedades evolucionan, y ese texto que una vez fue considerado “el fin de la civilización como la conocemos” termina siendo lectura obligatoria en las escuelas.
Pero luego... luego está el libro de este mes.
EL libro prohibido.
Entendamos la escala de esto a lo que nos estamos metiendo. A lo largo de la historia, quemar libros ha sido el pasatiempo favorito de los tiranos con demasiado tiempo libre. Desde la Biblioteca de Alejandría hasta las hogueras nazis, la humanidad tiene una extraña obsesión con incinerar papel con tinta.
Pero Los versos satánicos (publicado en 1988) logró algo que ningún otro libro había logrado en la era moderna: globalizar la furia.
El 14 de febrero de 1989 (sí, San Valentín, qué ironía), el Ayatolá Jomeini de Irán no le envió al autor, Salman Rushdie, una caja de chocolates. Le envió una fatwa. Para quienes no están al día con la jurisprudencia islámica de los 80, una fatwa es un edicto religioso. Y este edicto decía, básicamente: "Este tipo ha escrito algo blasfemo. Cualquier buen musulmán tiene el deber moral de enviarlo al más allá. Ah, y pagaremos por ello".

En 1989 el equivalente a "dejar una mala reseña en Amazon" era mucho más intenso.
Y no era para nada una broma.
- El traductor japonés del libro fue asesinado a puñaladas.
- El traductor italiano fue apuñalado (sobrevivió).
- El editor noruego fue tiroteado (también sobrevivió).
- Hubo quemas de libros desde Bradford, Inglaterra, hasta Islamabad.
De repente, ser escritor se convirtió en una profesión de alto riesgo, al nivel de "desactivador de bombas" o "tester de paracaídas". Rushdie tuvo que vivir bajo el seudónimo de Joseph Anton (una mezcla de sus ídolos Conrad y Chekhov) y moverse con seguridad de Scotland Yard las 24 horas del día durante años.
Así que, cuando tengan este libro en sus manos este mes piensen en que están sosteniendo un objeto que literalmente ha esquivado balas. Eso le da un peso extra que no tiene la más reciente novela romántica de época.
El título: Clickbait del siglo XX
Hablemos del elefante en la habitación: "Los versos satánicos".
Suena a banda finlandesa de death metal. Suena a algo que Ozzy Osbourne preparaba para recibir a sus invitados. Suena a que si los leés en voz alta a medianoche vas a invocar al mismísimo Belcebú.
La realidad es mucho más... académica. Y, honestamente, un poco nerd.

Expectativa: sacrificio de cabras. Realidad: crisis existencial de 600 páginas.
La controversia y el título provienen de una leyenda apócrifa (una historia no confirmada oficialmente) dentro de la tradición islámica. La historia cuenta que el profeta Mahoma, en un momento de debilidad política y deseo de atraer a la gente de La Meca, recibió unos versos que permitían la intercesión de tres diosas paganas locales. Poco después, el arcángel Gabriel le dijo: "¡Ey! Eso no te lo dije yo, ese fue el Diablo susurrándote". Entonces, los versos fueron revocados. Eso es todo. Esos son los "versos satánicos".
Rushdie, siendo un estudioso de la historia y la religión, tomó este incidente oscuro y lo usó en una secuencia de sueños dentro de la novela para explorar la naturaleza de la revelación divina y la duda.
¿Fue provocador? Sí. ¿Era un manual de adoración al diablo? Absolutamente no. El libro no trata sobre Satanás organizando una reunión de sus comandantes. El título se refiere a los fallos humanos, incluso dentro de lo divino. Pero claro, explicar matices teológicos literarios a una turba enardecida es como tratar de explicar física cuántica a un gato: no va a funcionar y probablemente terminés rasguñado.
El autor: quizá no es como lo imaginen
El causante de tal ola de terror internacional como la descrita arriba debe ser un iconoclasta como pocos. Un insurrecto con el pelo en un mohawk, collares con púas y tatuajes en la cara. Un rebelde sin causa que habría sonrojado a James Dean.

La anarquía personificada: casi parece que hasta reclamaría si hacés mucho ruido en la biblioteca.
La realidad es que Rushdie es un señor británico-indio muy educado, con gafas, que parece el tipo de profesor universitario que te invitaría a tomar té y te hablaría durante horas sobre el realismo mágico en la literatura latinoamericana.
Lo fascinante de Rushdie es que él nunca quiso ser un mártir político. Él quería ser el próximo Gabriel García Márquez. Su estilo es exuberante, divertido, complicado y lleno de juegos de palabras. Es un intelectual que se vio arrastrado al ojo del huracán geopolítico más grande de finales del siglo XX simplemente por escribir una novela de ficción.
Lo triste es que la amenaza nunca desapareció del todo. Como algunos sabrán, Rushdie fue atacado en un escenario en Nueva York no hace mucho tiempo, perdiendo la visión de un ojo. Esto nos recuerda que, aunque para nosotros esto es una viñeta más en nuestro calendario, para él ha sido el precio de su vida entera. Leer su obra es, en cierto modo, un acto de solidaridad. Es decirle al universo: "Las ideas importan más que los cuchillos".
Rushdie pasó de autor literario a símbolo mundial de la libertad de expresión sin proponérselo. Su vida posterior al libro estuvo marcada por el exilio, por esconderse, por vivir con protección constante y por seguir escribiendo, lo cual es admirable: no hay nada más punk que seguir produciendo arte cuando el mundo te está diciendo que parés.
¿De qué trata realmente? (Sin spoilers)
Y bueno, si le quitamos la política, la religión, las bombas y los ayatolás, ¿qué nos queda? ¿Es un buen libro?
Sí. Es un viaje alucinante. Y digo "viaje" en el sentido más psicodélico de la palabra.
La novela comienza con una de las imágenes más icónicas de la literatura contemporánea: dos hombres cayendo del cielo. Gibreel Farishta (una superestrella de Bollywood) y Saladin Chamcha (un hombre que ha intentado ser más británico que el rey) están en un avión que explota sobre el Canal de la Mancha debido a un ataque terrorista.
Milagrosamente (porque realismo mágico), sobreviven a la caída. Pero mientras caen y aterrizan en una playa inglesa, empiezan a cambiar. Gibreel empieza a desarrollar un halo angelical. Saladin empieza a desarrollar pezuñas, pelo en el cuerpo y unos incómodos cuernos.

Dos tipos sobreviven la explosión de un avión en vuelo y eso es lo más realista de todo el libro.
A partir de ahí, el libro es una explosión de Realismo Mágico. Es una historia sobre la inmigración, sobre perder la identidad y tratar de construir una nueva en un país que te odia o no te entiende. Es sobre la lucha entre el bien y el mal, pero donde no está claro quién es el bueno y quién es el malo (¿el tipo con el halo es realmente un santo? ¿El tipo con cuernos es realmente un monstruo?).
Hay secuencias de sueños que nos llevan a la antigua Arabia, hay críticas feroces al Londres de Margaret Thatcher, hay fantasmas, hay locura y hay mucho humor negro.
Por qué no tenerle miedo
A estas alturas, vale aclarar algo importante para todos los que quizá llegaron a esta lectura temiendo accidentalmente invocar un ser maligno leyendo este libro: No pasa nada. En serio. No es peligroso leerlo. No te explota el Kindle. Nadie te aparece en la ventana. No despertás con un tatuaje arcano en la espalda.

Vos, diez minutos después de empezar el libro, dándote cuenta de que no te ha fulminado un rayo divino (aún).
La verdad es esta: El libro es divertido.
Es denso, sí. Rushdie escribe oraciones que duran tres días. Pero es una sátira. Se burla de todo: de la policía racista, de los productores de cine, de los profetas, de los inmigrantes que intentan ocultar su acento, y de sí mismo.
Así que no, no hay que temerle al libro. No va a morderte. No te va a convertir en fundamentalista… ni en ateo militante. Lo peor que te puede pasar es que te rías a carcajadas en la oficina y los compañeros te miren raro. O que terminés la última página y te quedés pensando tres días seguidos sobre quiénes somos, de dónde venimos y por qué nos empeñamos en matarnos por historias.
Eso es todo lo que hace la gran literatura prohibida: te hace pensar. Y por eso la prohíben.
En conclusión:
Este mes no solo vamos a leer una novela; vamos a cometer un pequeño acto de rebeldía. Vamos a leer palabras que algunos intentaron borrar de la faz de la tierra.
Así que sírvanse su bebida favorita, asegúrense de estar cómodos y abran Los versos satánicos. No va a salir una mano demoníaca para arrastrarlos por un portal. Lo peor que puede pasar es que se confundan un poco con los nombres de los personajes o que les dé un antojo repentino de pollo tandoori.
Y si alguien les pregunta qué están leyendo, pueden simplemente decir: "Ah, no, nada, solamente el libro más peligroso del mundo".
Disfruten la lectura. Nos vemos en las reuniones.
Los versos satánicos