La Sed.
De cuando un libro de vampiros te hace pensar en tu propio duelo.
Este libro fue una sorpresa total. Honestamente nunca pensé que me iba a remover tanto por dentro como lo hizo, pero creo que los libros llegan a la vida de uno en momentos particulares, que hacen que uno los vea con lentes distintos que si hubieran llegado antes o después. Y desde esa realidad es que uno se adentra en las narraciones. Pero vamos por partes.
¿Qué fue lo que más disfruté? La primera parte. La voz que la autora da a la vampira me gusta, me fascinó ver Buenos Aires desde su perspectiva, una que no mira la belleza, sino más bien que sabe reconocer lo que hay detrás de todas las ciudades sin excepción: pobreza y muerte, aunque se quiera ocultar.
Tal como les dije a ustedes en la segunda reunión, a mí me parece injusto que juzguemos a la vampira desde nuestras normas y valores como humanos, porque ella no lo es. Es como si quisiéramos encontrar “nuestra” ética humana en la forma en cómo actúan los animales. Sé que su historia empezó como humana, una humana que fue vendida por su madre a temprana edad (yo asumo que para que no tenga mucha memoria de esa parte de su vida es que tendría que haber tenido 3-4 años). Y pues los humanos somos productos de la socialización, necesitamos de la familia, del grupo de pares para convertirnos en seres con valores y que siguen (o no) normas morales y éticas. Pero sin esa socialización, pues nuestra conducta no se domestica y pasamos a ser “salvajes”. Y tenemos ejemplos en nuestro mundo de niños que han crecido en soledad o en compañía de animales que, aunque se ha tratado de reeducarlos, en realidad ha sido una tarea casi que vana.
Entonces, teniendo esto de antecedente, me encanta que ella sea una vampira sin ningún tipo de arrepentimiento, culpa o vergüenza. Es quien es y ya. Y se alimenta de nosotros, los humanos, como nosotros nos alimentamos de animales también. Quizá la diferencia estriba en que el libro nos describe el proceso alimenticio con detalle, lo que puede parecer repugnante, mientras que nosotros lo hemos escondido y no pensamos en ello mientras comemos carne roja y blanca. Pero creo que ninguno aguantaría ir a los mataderos o las granjas industrializadas a ver el inicio del viaje de la carne que tenemos en el plato. Claro, nos asquea su dieta alimenticia porque la autora nos da la imagen cruda, lo que choca con nuestros sentidos, aunque nosotros hagamos lo mismo -de manera indirecta- con animales: ella toma sangre humana hasta saciarse, nosotros comemos cadáveres que no vemos morir (como una amiga vegetariana me recuerda siempre que me ve).
Por otra parte, el daño que se le hizo durante la santa inquisición (que es el período en el que yo creo que sus hermanas fueron muertas), es lo que lleva a la venganza tan sentida que realiza al matar al hermano de Francisco. Al final, toda esa escena es bien simbólica: una venganza hacia el único Dios que conoció, uno sin misericordia alguna. Algo que para mí es significativo es que pone de relieve en la narración la cruz dorada que el sacerdote usaba mientras mataban a sus hermanas, razón por la cual ella no soporta los crucifijos. El odio que le produjo la muerte salvaje de sus hermanas es lo que lleva a que se desate su furia contenida por siglos contra la iglesia. Me recordó mucho a algunos movimientos feministas que protestan mediante la destrucción de propiedad privada y/o pública por la violencia contra la mujer. Y la acción de la vampira se comprende desde el trauma, ya son muchas pérdidas las que tiene en su vida: su madre, su hacedor, sus hermanas... La vida de esta vampira está marcada por la pérdida, porque -incluso- a quien ella convierte la rechaza por completo y prefiere morir a ser como ella.
Sigo sosteniendo lo que les decía en la única reunión que participé, que ella lo que buscaba era sentirse conectada con alguien, ser parte otra vez de un grupo -aunque solo fueran dos-. Si bien es cierto hay atracción hacia Justina y hacia Leonora, en realidad no era ni siquiera “enamoramiento”, para mí había una atracción física que buscaba placer, pero -sobre todo en el caso de Leonora- lo que ella buscaba era sentirse nuevamente conectada con otro de su especie, como lo estaba con sus “hermanas”. Y esta frustración es la que la lleva a que se queje ante el cielo y pida que la reciba, lo cual no se iba a lograr a menos que ella muriera. A pesar de esto, ella trata de salvaguardar su vida siempre, tanto que pareciera que su energía se gasta en eso: en la preservación de su ser. Por eso es que no es increíble que se encierre y que pida que nadie la llegue a disturbar en su “retiro”, porque al final la soledad la vence y prefiere una pseudovida en la oscuridad absoluta, que ser una muerta viviente en el mundo de los vivos donde no tiene conexión con nadie.
La segunda parte sí la sufrí. Tanto así que, el material de apoyo que les compartió Henry, nace en realidad como una manera de distanciarme por completo de la narración de Alma. Aunque mi vivencia no es la misma de ella, si me tocó de maneras que no pensé que iba a pasar: de hecho, ante la tristeza del duelo adelantado que hace ella por su madre, hubo un momento que hubiera deseado entrar al libro y solo sentarme a hacerle compañía y quizás llorar juntas por ese dolor de ver a tu gente sufrir sin poder hacer nada, por la impotencia que te carcome por dentro.
Y la verdad es que me pude poner en su lugar, porque la autora usa en su narrativa frases con las que me pude identificar por completo: esa sensación de estar en una realidad alterna, una realidad que parece irreal, de la que uno quisiera alejarse y no se puede. De como el duelo puede empezar antes de que la persona fallezca, de cómo uno quisiera devolver, aunque sea un poquito, todo lo que la figura nutritiva le dio a uno y de cómo se da esa auto imposición de ser fuerte cuando en realidad no hay fortaleza que valga ante la muerte del ser querido. Y que, a veces, lo único que da consuelo real es el desgarre del alma ante lo inevitable.
Yo entiendo perfectamente el gesto de Alma a ayudar a bien morir a la mamá, porque hay momentos en que se impone el derecho a vivir con dignidad, incluso en tus últimos momentos, a tener el derecho de no de pasar por un dolor atroz todos los días de la vida. Y la admiro, y mucho, porque dejar ir no está en nuestra naturaleza, pero hay momentos en los que uno debe anteponer a la otra persona: ¿en realidad la gente está solo para cumplir nuestro deseo de no separación? No. No nos pertenecen y, por muy doloroso que sea, llega el momento en el que uno debe soltar por el bien del otro. Sí, estoy a favor de la eutanasia bajo esta lógica, porque es una muerte que nace del amor hacia uno mismo o hacia el otro y de no prolongar sufrimiento.
Solo hay una disonancia de Alma que no entiendo todavía: el abandono de Santiago. Durante la mayor parte de su narración se nos había presentado como una madre dispuesta a todo por su hijo, incluso hasta de pelearse con la vampira si le llegaba a hacer daño. Y después, simplemente lo deja. No sé, se me hace incomprensible esto. No niego que yo no creo en una maternidad sufrida, abnegada y sacrificada por los hijos, creo que la mujer tiene derecho a la autorrealización en cualquiera de las etapas de su vida. Pero también creo en las responsabilidades materiales y emocionales hacia los hijos que uno tenga, y ahí sí me vuelvo bien tradicionalista: el bienestar de los niños debe estar siempre en primer lugar. Si no, como decía mi mami: “no tengás hijos, si no es obligación”. Entonces, ese cambio en el carácter de Alma, se me hizo bien sacado de la manga.
En cuanto a la relación de Alma con la vampira, no sé si clasificarla de amor. Para mí es como el encuentro de dos almas (valga la redundancia) que claramente necesitan un sentido de arraigo y que han pasado por pérdidas, en el caso de Alma: de su figura nutritiva, de su salud, de su matrimonio e, incluso, de la separación adelantada de su hijo cuando lo imagina en la adultez. De hecho, es bien interesante, porque tanto en la separación con la madre y con el hijo, es ella la que provoca esta situación, la que tiene la capacidad de agencia. Se separa de estas dos figuras bajo su propia determinación.
Por último, y bajo la pena de haberles aburrido, se me hace interesante que la vampira llame Alma a Alma, no sé si es su nombre en realidad, por el significado de la palabra: “sustancia espiritual e inmortal de los seres humanos”, como si ella hiciera referencia no a la parte humana de Alma, sino a esa cualidad que- al final- va a prevalecer en ella: la inmortalidad.
Y no quiero finalizar sin antes dar las gracias a Stephanie, Loidi, Henry, Mari y Patty, que hicieron que la vela de mi mami no solo se compusiera de una sucesión de actos banales, sino también de actos que me arroparon en el momento indicado. Sus abrazos (y que incluso me obligaran a cenar) me ayudaron a soportar el momento. Y por eso, tienen mi gratitud eterna.
Karla Rodríguez, octubre 23, 2025
Frases que me tocaron especialmente.
“Cuando me imaginaba el momento de su muerte siempre era conmigo al lado, sosteniéndola, con algo de esa dulzura que ella había puesto con generosidad en toda mi infancia. Nadie sabía cómo serían esos últimos minutos, solo tenía la certeza de que quería estar ahí, teniéndole la mano”.
“Lo que me extrañó fue darme cuenta de que a ella le parecía que yo no podía con todo, que necesitaba cierto alivio, cosa que yo hasta el momento no me había planteado. Me pareció que era mi trabajo tratar de sostenerlo todo, no derrumbarme”.
“Me pregunté si alguno tendría una enfermedad terminal, si alguno vendría de un entierro, y sentí que los miraba a través de una capa cada vez más densa que me separaba de todos”.
“¿Qué me esperaba al otro lado de este duelo que crecía como una ola?”
“El velorio había durado pocas horas durante las cuales, a pesar de la presencia del cuerpo de mi madre en un cajón, metido en una funda blanca, la llegada de conocidos y desconocidos para dar el pésame y acompañar a la familia me había distraído de la gravedad de lo que estaba pasando. Había algo de cumplir con un papel, de pronunciar líneas que ya estaban escritas hacía tiempo. La realidad se había vuelto una capa delgada y flotante, compuesta estrictamente de banalidades: las bandejas con café y medialunas, sillones tapizados en cuero, arreglos florales…”
La sed | Comentario personal