La Odisea | Homero

El Macbeth de William Shakespeare decía en medio de su derrota y desconsuelo, que "la vida no es más que una sombra andante, un pobre actor que se pavonea y se retuerce sobre la escena en su momento y que después nadie recuerda. Un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia, que no significa nada".


Siglos más tarde, Fiodor Dostoyevski anotaba en sus Memorias del subsuelo que la vida es una senda de riesgo e incertidumbre que recorremos terca y caprichosamente, sin más razón aparente que la de no querer seguir el camino señalado, eligiendo en su lugar uno duro y absurdo que buscamos en medio de la oscuridad. En Los hermanos Karamazov, y siguiendo en la línea de esa demencial y persistente rebeldía, el mismo autor declaraba a través de uno de sus personajes que aún si hubiera perdido la fe en la vida, si dudara de la mujer amada y del orden universal y estuviera convencido de que este mundo no es sino un caos infernal y maldito, por muy horrible que fuera su desilusión, desearía seguir viviendo. El célebre escritor ruso remataba diciendo que uno quiere vivir y vive incluso a despecho de la lógica. Muy en sintonía con ese razonamiento resulta la conclusión posterior del gran filósofo argelino que quienes ya me conocen saben que termino citando siempre: "La vida es absurda pero vale la pena vivirla".


Sobre la vida se han escrito muchas cosas profundas y elevadas, fruto de la agudeza de los filósofos, el ingenio de los novelistas y la sensibilidad de los poetas. El resto de los pobres mortales nos conformamos con repetir frases trilladas, como aquella de que "la vida es como un viaje". Pero, ¿de dónde hemos sacado ese símil? Aceptado el hecho de que la vida no es precisamente un paseo vacacional del todo seguro y placentero, hemos de concordar en que la suma de nuestros días se asemeja más a un viaje largo y lleno de dificultades, incidentes, aventuras y sucesos extraños. Y eso no es otra cosa que la definición de una odisea. Es indudable que el poema épico que lleva ese nombre, el primer libro de aventuras del mundo occidental, se sigue manifestando en razonamientos y expresiones de nuestra cotidianidad y ha dado pie a múltiples conceptos y figuras que se mantienen vigentes en la vida, el arte y la cultura muchos siglos después. 



Sorprendentemente, la influencia de La odisea es tan amplia y tan presente, que incluso abarca a quienes no hemos leído ninguno de los 24 cantos que la componen. ¿Quién de nosotros no conoce al personaje de Ulises o al menos ha escuchado sobre alguna de sus aventuras? La ilógica rebelde y persistente de que hablaban Shakespeare, Dostoyevski y Camus, está plasmada en el viaje de ese hombre que en su afán por retornar a Ítaca, desafía a los dioses y enfrenta todas las pruebas que estos ponen en su camino. Su porfiada lucha por el añorado regreso está además acompañada por la sed de vivir, sin importar el sufrimiento y las dificultades, a despecho de la lógica. 


Valorado como uno de los pilares en que se apoya la épica grecolatina y la literatura occidental, el poema de Homero es considerado la base de infinidad de obras culturales de todos los ámbitos. El mismísimo Dante, de innegable influencia homérica, emplea al personaje de Ulises en La divina comedia, su obra maestra. El pecado de no leer La odisea no solo nos priva del placer de descubrir esa historia, sus personajes y situaciones con nuestra propia mirada; supone además un bloqueo para nuestro progreso y crecimiento como lectores. Para demostrarlo podemos preguntarnos, por ejemplo, si estamos preparados para leer el Ulises de James Joyce. Si la obra por sí misma ya supone un desafío, no haber leído previamente La odisea de Homero representa una veda definitiva. He ahí los motivos esenciales que me llevaron a proponer la lectura de esta crónica de viaje escrita por Homero en el siglo VIII a.C, hace unos 2800 años. 


Ojalá que todos en el Club de la Buena Estrella estemos dispuestos a emprender este viaje como lectores, establecida la idea de que la literatura es una extensión de la vida y una buena manera para comprenderla.  Habrá que abordar esta lectura como dice Joan Casas, entendiendo que "todo viaje es un proceso de descubrimiento, de apropiación o de recuperación de algo de uno mismo". Quedan cordialmente invitados a leer con nosotros La odisea. ¡Buen viaje!


Sinopsis

La aventura clásica por excelencia. El viaje de Ulises se ha convertido en un mito universal y la Odisea en una lectura para todos los tiempos. Tras una década de guerra, una ofensa al dios Poseidón ha alejado de su reino al astuto héroe otros diez años, condenado a navegar sin rumbo y a sufrir las más diversas vicisitudes. La Odisea, que sucede a la caída de Troya, sigue los pasos de Ulises -el nombre latino de Odiseo, que esta traducción adopta- y nos acerca al relato de su largo peregrinaje para volver al hogar, Ítaca. Los mitos que configuran esta gran epopeya, la capacidad de Homero para retratar la vida en el Mediterráneo a finales del 2000 a.C. y la irrupción de un héroe deseoso de regresar a la patria, han dejado huella en los grandes autores de la literatura -de Virgilio a Joyce- y han convertido la Odisea en una pieza clave de la cultura universal.


La presente edición cuenta con un prólogo y la magnífica versión en verso de Fernando Gutierrez, así como una introducción y un aparato de notas elaborado por el traductor y periodista Joan Casas, y un epílogo escrito por el poeta, ensayista y traductor Jose Ángel Valente.


Metas de lectura

El autor

Homero (siglo VIII a.C.) fue un poeta griego al que se atribuye la autoría de la ilíada y la odisea, los dos grandes poemas épicos de la antigua Grecia. En palabras de Hegel, Homero es "el elemento en el que vive el mundo griego como el hombre vive en el aire". Admirado, imitado y citado por todos los poetas, filósofos y artistas griegos que le siguieron, es el poeta por antonomasia de la literatura clásica, a pesar de lo cual la biografía de Homero aparece rodeada del más profundo misterio, hasta el punto de que su propia existencia histórica ha sido puesta en tela de juicio.



La iconografía grecorromana ha consagrado el noble rostro barbado de un anciano ciego como el de Homero. Las más antiguas noticias sobre Homero sitúan su nacimiento en Quíos, aunque ya desde la Antigüedad fueron siete las ciudades que se disputaron ser su patria: Colofón, Cumas, Pilos, Ítaca, Argos, Atenas, Esmirna y la ya mencionada Quíos. Para Semónides de Amorgos y Píndaro, sólo las dos últimas podían reclamar el honor de ser su cuna.


Aunque son varias las vidas de Homero que han llegado hasta nosotros, su contenido, incluida la famosa ceguera del poeta, es legendario y novelesco. La más antigua, atribuida sin fundamento a Herodoto, data del siglo V a.C. En ella, Homero es presentado como el hijo de una huérfana seducida, de nombre Creteidas, que le dio a luz en Esmirna. Conocido como Melesígenes, pronto destacó por sus cualidades artísticas, iniciando una vida bohemia. Una enfermedad lo dejó ciego, y desde entonces pasó a llamarse Homero. La muerte, siempre según el seudo Herodoto, sorprendió a Homero en Íos, en el curso de un viaje a Atenas.


Los problemas que plantea Homero cristalizaron a partir del siglo XVII en la llamada «cuestión homérica», iniciada por François Hédelin, abate de Aubignac, quien sostenía que los dos grandes poemas a él atribuidos, la Ilíada y la Odisea, eran fruto del ensamblaje de obras de distinta procedencia, lo que explicaría las numerosas incongruencias que contienen. Sus tesis fueron seguidas por filólogos como Friedrich August Wolf. El debate entre los partidarios de la corriente analítica y los unitaristas, que defienden la paternidad homérica de los poemas, sigue en la actualidad abierto. El traductor Fernando Gutiérrez asevera que "arqueólogos, helenistas y teorizantes han convertido a Homero en un fantasma. Ocho biografías antiguas y no sé cuántas modernas lo inventan y lo desinventan, lo anonadan o lo multiplican o lo convierten en un simple redactor del conjunto de sus poemas, en un colector que, pacientemente, ha ido uniendo cantos y episodios hasta formar un todo uniforme".  Fime defensor de la postura de que Homero es el autor único de La odisea, Gutiérrez confiesa que ninguna de todas las teorías expuestas le importan lo más mínimo, excepto la de que Homero existió. 

Y si desde aquí se me puede permitir un consejo, propongo que todos los que lean esta versión de la Odisea, u otra cualquiera, empiecen arrojando por la ventana más próxima todo aparato erudito por leve que sea, y piensen que hubo un hombre genial, el primer hombre genial del mundo, que supo llegar al corazón de los hombres de todos los tiempos y de todas las edades, y que este hombre genial se llamó Homero, fue ciego y anduvo incansable de un lado a otro, a través del mar color violeta o sobre la tierra negra. Y pensemos también que se murió en casi cada una de las islas del Egeo, en algunas de las cuales los arqueólogos y científicos —y agradezcámosles únicamente esto— han encontrado la correspondiente tumba de Homero. Por lo menos esto tiene verdadera poesía. Fernando Gutiérrez, traductor.

Fuentes

https://www.biografiasyvidas.com/biografia/h/homero.htm

Introducción a La odisea, Joan Casas

Prólogo a La odisea, Fernando Gutiérrez

Macbeth, William Shakespeare

Memorias del subsuelo, Fiodor Dostoyevski

Los hermanos Karamazov, Fiodor Dostoyevski

El mito de Sísifo, Albert Camus

Henry Andino 6 de abril de 2024
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