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El grito del silencio

Un análisis de la psicología en Han Kang
La fragilidad de la psique humana


En la literatura contemporánea, pocas veces me he encontrado con autores o autoras que hayan explorado con tanta crudeza la intersección entre el trauma psicológico y la manifestación somática como la surcoreana Han Kang. En sus novelas La vegetariana y La clase de griego, Kang nos presenta a dos protagonistas femeninas que, ante un dolor insoportable y una presión social asfixiante, optan por la renuncia. Sin embargo, no es una renuncia cobarde, sino una retirada estratégica hacia el interior, donde el cuerpo y el lenguaje se convierten en campos de batalla. En este comentario intentaré, desde una visión humanista apoyado en conceptos psiquiátricos, cómo el silencio y la transformación corporal actúan como mecanismos de defensa ante una realidad violenta.


La vegetariana: La anorexia existencial y la psicosis como refugio


En La vegetariana, Yeong-hye comienza su descenso con un acto aparentemente simple: dejar de comer carne. Desde un punto de vista psiquiátrico superficial, su comportamiento podría etiquetarse rápidamente bajo el espectro de los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA), específicamente la anorexia nerviosa. Existe una restricción severa de la ingesta y una distorsión de la imagen corporal. Sin embargo, reducir a Yeong-hye a un diagnóstico de anorexia sería ignorar la dimensión psicótica y existencial de su padecimiento.


A medida que la novela avanza, el cuadro de Yeong-hye evoluciona hacia una esquizofrenia catatónica o una psicosis severa con delirios de transformación. Ella no quiere simplemente ser delgada; quiere dejar de ser humana. Su rechazo a la carne es un rechazo a la violencia inherente a la condición humana y al patriarcado que la oprime (representado por su padre y su marido). Psicológicamente, Yeong-hye sufre una despersonalización extrema: al no poder controlar su entorno ni escapar de la violencia doméstica y social, ejerce el único control que le queda: el control sobre su propia biología.


Su deseo de convertirse en un árbol es un intento desesperado de regresar a una existencia inocente, puramente vegetativa, donde la violencia de "comer" y "ser comido" no existe. Clínicamente, vemos el mutismo (ya no emitir palabras), el negativismo (resistencia a ser movida o alimentada) y el aplanamiento afectivo. Pero humanamente, Yeong-hye está gritando que la única forma de no hacer daño en este mundo es dejando de participar en él activamente, convirtiéndose en algo que solo recibe luz y agua. Su "locura" es, paradójicamente, una respuesta radical o de protección a la brutalidad del mundo “cuerdo”.


La clase de griego: el mutismo como mecanismo de disociación


En contraste con la violencia visual de La vegetariana, La clase de griego nos presenta una patología más silenciosa pero igualmente devastadora. La protagonista pierde la capacidad de hablar tras una serie de traumas acumulativos: la muerte de su madre y la pérdida de la custodia de su hijo.


Desde la psiquiatría, este fenómeno se clasificaría históricamente como histeria de conversión (ahora conocido como Trastorno de Conversión o Trastorno de Síntomas Neurológicos Funcionales). El dolor emocional es tan intenso que la psique no puede procesarlo, y el cuerpo "convierte" ese dolor en un síntoma físico: la mudez. No hay daño orgánico en sus cuerdas vocales; es el lenguaje mismo lo que se ha vuelto traumático.


Para la protagonista, el lenguaje no es una herramienta de comunicación, sino un arma. Las palabras son "agujas" que hieren. Su afasia psicógena es un mecanismo de defensa disociativo. Al perder a su hijo (su conexión vital con el futuro) y a su madre (su conexión con el origen o el pasado), el lenguaje pierde su función vinculante.


Humanamente, su búsqueda de aprender griego antiguo —una lengua muerta es conmovedora. Psicológicamente, busca un lenguaje que "no duela", un sistema de signos que no esté contaminado por su vida cotidiana ni por sus traumas presentes. El griego, al ser una lengua que ya no se habla coloquialmente, es un lugar seguro, un "silencio sonoro" donde puede intentar reconstruir su identidad fragmentada sin el riesgo de la interacción emocional directa.


El cuerpo como último recurso


Al comparar a ambas mujeres, observamos un patrón clínico claro: ante la imposibilidad de luchar contra fuerzas externas abrumadoras (el patriarcado, la ley, la muerte), la psique colapsa hacia adentro y utiliza el cuerpo como escudo.


  • Yeong-hye elige la metamorfosis física: destruir el cuerpo humano para salvar el alma.
  • La protagonista de la clase de griego elige la metamorfosis lingüística: destruir el habla para proteger la mente.


Desde una visión humanista, Han Kang nos enseña que lo que la sociedad etiqueta como "enfermedad mental" a menudo es el grito de un ser humano que ha agotado todas sus otras opciones. No son simplemente "locas" o "mudas"; son personas como nosotros para quienes la violencia “normal” de la vida diaria se ha vuelto intolerable. Son mujeres que no tuvieron la suerte que tuvimos muchos de nosotros, como veo a muchas personas diariamente, que expresan de otras maneras (síntomas mentales) lo que no pueden expresar realmente.



Manuel Valencia 2 de diciembre de 2025
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